Presentamos en esta entrada textos para reflexionar con l@s alumn@s de los cursos de 4º de ESO y Bachillerato. Hay Declaraciones, textos de convenciones, artículos, etc.
Una p@z sin victoria
Federico Mayor
Vivimos en un mundo en el que las diferencias entre ricos y pobres se acentúan cada vez más. En una cancha, o simplemente al fondo de un callejón o en el patio de una casa que hacen las veces de terreno de juego, esas desigualdades se borran como por arte de magia. La educación física y el deporte han de tender a promover los acercamientos entre los pueblos y las personas, así como la emulación desinteresada, la solidaridad y la fraternidad, el respeto y la comprensión
mutuos, y el reconocimiento de la integridad y de la dignidad humanas.” Este fragmento del preámbulo de la Carta Internacional de la Educación Física y el Deporte, aprobada por la UNESCO en 1978, resume el significado de la acción que lleva a cabo la Organización en ese ámbito y en la que la promoción de los valores éticos y en particular la lucha contra la exclusión y la violencia ocupan un lugar destacado. Esa acción alimenta además la exigencia de abrir el deporte a todos, empezando por esos jóvenes que con demasiada frecuencia quedan al margen porque sufren de un impedimento físico o mental, viven en un contexto social difícil o, simplemente, pertenecen al sexo femenino.
Es a este “deporte de masas” al que la Organización dedica toda su atención. En efecto, está convencida de que en una sociedad en la que el aprendizaje debe durar a lo largo de toda la vida, esa forma de deporte reviste una importancia crucial en materia de educación.
Esta es mucho más que mera transmisión de información, mucho más que instrucción. Apunta, en definitiva, a despertar las aptitudes intelectuales, creadoras y de relación de cada cual, y a encauzarlas de modo que cada ser humano pueda disfrutar de su propia soberanía y contribuir al mismo tiempo al bienestar de los demás. Ahora bien, con este fin el deporte es una escuela irremplazable.
Vivimos en un mundo en el que las diferencias entre ricos y pobres se acentúan cada vez más. En una cancha, o simplemente al fondo de un callejón o en el patio de una casa que hacen las veces de terreno de juego, esas desigualdades se borran como por arte de magia. Los participantes se miden, se enfrentan, pero también se unen en el seno de un equipo con armas que por una vez no podrían ser más pacíficas: la velocidad, la fuerza, la habilidad, la resistencia, la inteligencia también, en resumen cualidades que no deben nada a la posición social de quienes las ejercen.
Vivimos en un mundo violento. En esas ciudades donde pronto morarán los dos tercios de la humanidad, incluso los niños entran en un terreno de juego cargados de toda la agresividad que los rodea. Y allí, una vez más por una suerte de milagro, esa agresividad se aplaca.
Su carga y su finalidad negativas se transforman en una voluntad positiva de derrotar al adversario: se trata, no de vencer a toda costa y valiéndose de cualquier medio, sino lealmente, en un enfrentamiento sometido a reglas que los bandos opuestos acatan. El deporte se convierte entonces en una escuela de tolerancia y de respeto, donde se moderan las pasiones y los instintos.
Quienes lo practican pueden cobrar conciencia de fuerzas que, si no se controlan, dominarían ciegamente su existencia. Vivimos en un mundo en el que se agudizan los antagonismos nacionales, étnicos, religiosos. La capacidad de unión del deporte, que llega casi a la fusión, ya no necesita demostrarse. Culmina en los Juegos Olímpicos o en las Copas del Mundo de Fútbol, de las que aún conservamos en la memoria imágenes exaltantes de fraternidad. Y nuestro placer se multiplica porque son ampliamente compartidas: ninguno de los acontecimientos sociales contemporáneos suscita una comunión de una universalidad tan patente. Pero —por desgracia— no sólo existe esa forma de deporte: ya que éste es diverso, multiforme, atravesado por diferencias y ciertamente por oposiciones. El deporte que es noticia glorifica a héroes que no siempre son los que han ganado en los estadios el derecho a hacernos soñar. Entre bastidores, pero cada vez con menos tapujos, proliferan el mercantilismo y la especulación, el dopaje, la especialización precoz y el agotamiento de los atletas. Exacerbados hasta el paroxismo, los aficionados y la opinión pública terminan por caer en un chovinismo bárbaro. En el Sur, cuatro de cada cinco jóvenes aún no pueden practicar ningún deporte con el material y la orientación más elementales. Por último, lo que está en juego en los enfrentamientos deportivos pasa a ser tan decisivo que los resultados prevalecen sobre su razón de ser: designar vencedores y vencidos cuenta más que unir a atletas que se han enfrentado en el respeto absoluto de las reglas. Nos encontramos en las antípodas de esa felicidad que evocaba el poeta francés Paul Verlaine, la de “una paz sin victoria”.
Declaración sobre la utilización del progreso científico y tecnológico en interés de la paz y en beneficio de la humanidad
Proclamada por la Asamblea General en su resolución 3384 (XXX), de 10 de noviembre de 1975
La Asamblea General,
Tomando nota de que el progreso
científico y tecnológico se ha convertido en uno de los factores más importantes
del desarrollo de la sociedad humana,
Tomando en consideración que el
progreso científico y tecnológico, al tiempo que crea posibilidades cada vez
mayores de mejorar las condiciones de vida de los pueblos y la naciones, puede
en ciertos casos dar lugar a problemas sociales, así como amenazar los derechos
humanos y las libertades fundamentales del individuo,
Tomando nota con inquietud de que
los logros científicos y tecnológicos pueden ser utilizados para intensificar la
carrera de armamentos, sofocar los movimientos de liberación nacional y privar a
personas y pueblos de sus derechos humanos y libertades
fundamentales,
Tomando nota también con inquietud
de que los logros científicos y tecnológicos pueden entrañar peligro para los
derechos civiles y políticos de la persona o del grupo y para la dignidad
humana,
Tomando nota de la urgente
necesidad de utilizar al máximo el progreso científico y tecnológico en
beneficio del hombre y de neutralizar las actuales consecuencias negativas de
algunos logros científicos y tecnológicos, así como las que puedan tener en el
futuro,
Reconociendo que el progreso
científico y tecnológico reviste gran importancia para acelerar el desarrollo
social y económico de los países en desarrollo,
Consciente de que la transferencia
de la ciencia y la tecnología es uno de los medios principales de acelerar el
desarrollo económico de los países en desarrollo,
Reafirmando el derecho de los
pueblos a la libre determinación y la necesidad de respetar los derechos y las
libertades humanos y la dignidad de la persona humana en condiciones de progreso
científico y tecnológico,
Deseando promover la aplicación de
los principios que constituyen la base de la Carta de las Naciones Unidas, la
Declaración Universal de Derechos Humanos, los Pactos Internacionales de
Derechos Humanos, la Declaración sobre la concesión de la independencia a los
países y pueblos coloniales, la Declaración sobre los principios de derecho
internacional referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre
los Estados de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas, la Declaración
sobre el Progreso y el Desarrollo en lo Social y la Carta de Derechos y Deberes
Económicos de los Estados,
Proclama solemnemente
que:
1. Todos los Estados promoverán la
cooperación internacional con objeto de garantizar que los resultados del
progreso científico y tecnológico se usen en pro del fortalecimiento de la paz y
la seguridad internacionales, la libertad y la independencia, así como para
lograr el desarrollo económico y social de los pueblos y hacer efectivos los
derechos y libertades humanos de conformidad con la Carta de las Naciones
Unidas.
2. Todos los Estados tomarán medidas
apropiadas a fin de impedir que los progresos científicos y tecnológicos sean
utilizados, particularmente por órganos estatales, para limitar o dificultar el
goce de los derechos humanos y las libertades fundamentales de la persona
consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos, en los Pactos
Internacionales de derechos humanos y en otros instrumentos internacionales
pertinentes.
3. Todos los Estados adoptarán medidas
con objeto de garantizar que los logros de la ciencia y la tecnología sirvan
para satisfacer las necesidades materiales y espirituales de todos los sectores
de la población.
4. Todos los Estados deben abstenerse
de todo acto que entrañe la utilización de los logros científicos y tecnológicos
para violar la soberanía y la integridad territorial de otros Estados,
intervenir en sus asuntos internos, hacer guerras de agresión, sofocar
movimientos de liberación nacional o seguir políticas de discriminación racial.
Estos actos no sólo constituyen una patente violación de la Carta de las
Naciones Unidas y de los principios del derecho internacional, sino que además
representan una aberración inadmisible de los propósitos que deben orientar al
progreso científico y tecnológico en beneficio de la humanidad.
5. Todos los Estados cooperarán en el
establecimiento, el fortalecimiento y el desarrollo de la capacidad científica y
tecnológica de los países en desarrollo, con miras a acelerar la realización de
los derechos sociales y económicos de los pueblos de esos países.
6. Todos los Estados adoptarán medidas
tendientes a extender a todos los estratos de la población los beneficios de la
ciencia y la tecnología y a protegerlos, tanto en lo social como en lo material,
de las posibles consecuencias negativas del uso indebido del progreso científico
y tecnológico, incluso su utilización indebida para infringir los derechos del
individuo o del grupo, en particular en relación con el respeto de la vida
privada y la protección de la persona humana y su integridad física e
intelectual.
7. Todos los Estados adoptarán las
medidas necesarias, incluso de orden legislativo a fin de asegurarse de que la
utilización de los logros de la ciencia y la tecnología contribuya a la
realización más plena posible de los derechos humanos y las libertades
fundamentales sin discriminación alguna por motivos de raza, sexo, idioma o
creencias religiosas.
8. Todos los Estados adoptarán medidas
eficaces, incluso de orden legislativo, para impedir y evitar que los logros
científicos se utilicen en detrimento de los derechos humanos y las libertades
fundamentales y la dignidad de la persona humana.
9. Todos los Estados adoptarán
medidas, en caso necesario, a fin de asegurar el cumplimiento de las leyes que
garantizan los derechos y las libertades humanos en condiciones del progreso
científico y tecnológico.
Declaración sobre el Derecho de los Pueblos a la Paz
Adoptada por la Asamblea General en su resolución 39/11, de 12 de noviembre de 1984
La Asamblea General,
Reafirmando que el propósito
principal de las Naciones Unidas es el mantenimiento de la paz y de la seguridad
internacionales,
Teniendo presentes los principios
fundamentales del derecho internacional establecidos en la Carta de las Naciones
Unidas,
Expresando la voluntad y las
aspiraciones de todos los pueblos de eliminar la guerra de la vida de la
humanidad y, especialmente, de prevenir una catástrofe nuclear
mundial,
Convencida de que una vida sin
guerras constituye en el plano internacional el requisito previo primordial para
el bienestar material, el florecimiento y el progreso de los países y la
realización total de los derechos y las libertades fundamentales del hombre
proclamados por las Naciones Unidas,
Consciente de que en la era
nuclear el establecimiento de una paz duradera en la Tierra constituye la
condición primordial para preservar la civilización humana y su
existencia,
Reconociendo que garantizar que
los pueblos vivan en paz es el deber sagrado de todos los Estados,
1. Proclama solemnemente que los
pueblos de nuestro planeta tienen el derecho sagrado a la paz;
2. Declara solemnemente que proteger
el derecho de los pueblos a la paz y fomentar su realización es una obligación
fundamental de todo Estado;
3. Subraya que para asegurar el
ejercicio del derecho de los pueblos a la paz se requiere que la política de los
Estados esté orientada hacia la eliminación de la amenaza de la guerra,
especialmente de la guerra nuclear, a la renuncia del uso de la fuerza en las
relaciones internacionales y al arreglo de las controversias internacionales por
medios pacíficos de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas;
4. Hace un llamamiento a todos los
Estados y a todas las organizaciones internacionales para que contribuyan por
todos los medios a asegurar el ejercicio del derecho de los pueblos a la paz
mediante la adopción de medidas pertinentes en los planos nacional e
internacional.
Convención sobre la Esclavitud
Firmada en Ginebra el 25 de septiembre de 1926
Entrada en vigor: 9 de marzo de 1927, de conformidad con el artículo 12
Lista de los Estados que han ratificado la Convención
La Convención fue modificada por
el Protocolo aprobado en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York el 7 de
diciembre de 1953, y así modificada entró en vigor el 7 de julio de 1955, fecha
en la que las modificaciones enunciadas en el anexo al Protocolo del 7 de
diciembre de 1953 entraron en vigor de conformidad con el artículo III del
Protocolo.
Por cuanto los signatarios del
Acta General de la Conferencia de Bruselas de 1889-1890 se declararon animados
por igual de la firme intención de poner término a la trata de esclavos
africanos,
Por cuanto los signatarios de la
Convención de Saint-Germain-en-Laye de 1919, destinada a revisar el Acta General
de Berlín de 1885 y el Acta General y la Declaración de Bruselas de 1890,
afirmaron su propósito de lograr la completa supresión de la trata de esclavos
por tierra y por mar,
Teniendo en cuenta el informe de
la Comisión Temporal sobre la Esclavitud designada por el Consejo de la Sociedad
de las Naciones, el 12 de junio de 1924,
Deseando completar y ampliar la
labor realizada conforme al Acta de Bruselas y hallar los medios de poner en
práctica efectivamente en todo el mundo las intenciones expuestas con respecto a
la trata de esclavos y a la esclavitud por los signatarios de la Convención de
Saint- Germain-en-Laye, y reconociendo que es necesario adoptar a tal fin
disposiciones más detalladas de las que figuran en esa Convención,
Considerando asimismo que es
necesario impedir que el trabajo forzoso se convierta en una condición análoga a
la de la esclavitud,
Han decidido celebrar una
Convención y han designado al efecto como Plenipotenciarios [se omiten los
nombres] [...] quienes han convenido lo siguiente:
Artículo 1
A los fines de la presente
Convención se entiende que:
1. La esclavitud es el estado o
condición de un individuo sobre el cual se ejercitan los atributos del derecho
de propiedad o algunos de ellos.
2. La trata de esclavos comprende todo
acto de captura, adquisición o cesión de un individuo para venderle o cambiarle;
todo acto de cesión por venta o cambio de un esclavo, adquirido para venderle o
cambiarle, y en general todo acto de comercio o de transporte de
esclavos.
Artículo 2
Las Altas Partes contratantes se
obligan, en tanto no hayan tomado ya las medidas necesarias, y cada una en lo
que concierne a los territorios colocados bajo su soberanía, jurisdicción,
protección, dominio (suzeraineté) o tutela:
a) A prevenir y reprimir la trata de
esclavos;
b) A procurar de una manera
progresiva, y tan pronto como sea posible, la supresión completa de la
esclavitud en todas sus formas.
Artículo 3
Las Altas Partes contratantes se
comprometen a tomar todas las medidas útiles conducentes a prevenir y reprimir
el embarque, desembarco y transporte de esclavos en sus aguas territoriales, así
como, en general, en todos los barcos que enarbolen sus pabellones
respectivos.
Las Altas Partes contratantes se
comprometen a negociar, tan pronto como sea posible, una Convención general
relativa a la trata de esclavos, que conceda a aquéllas derechos y les imponga
obligaciones de la misma naturaleza que los previstos en el Convenio de 17 de
junio de 1925 sobre el comercio internacional de armas (artículos 12, 20, 21,
22, 23, 24 y párrafos 3. , 4. y 5. de la Sección 2.a del anexo II), con reserva
de las adaptaciones necesarias, entendiéndose que este Convenio general no
pondrá a los barcos (aun de pequeño tonelaje) de ninguna de las Altas Partes
contratantes en una situación distinta a los de las demás Altas Partes
contratantes.
Se entiende igualmente que tanto
antes o después de que entre en vigor dicha Convención general, las Altas Partes
contratantes conservarán toda su libertad de ajustar entre ellas, sin derogar,
sin embargo, los principios estipulados en el apartado precedente, los acuerdos
particulares que, por razón de su situación especial, les parezcan convenientes
para llegar lo más pronto posible a la desaparición total de la
trata.
Artículo 4
Las Altas Partes contratantes se
prestarán mutua asistencia para llegar a la supresión de la esclavitud y de la
trata de esclavos.
Artículo 5
Las Altas Partes contratantes
reconocen que el recurso al trabajo forzoso u obligatorio puede tener graves
consecuencias y se comprometen, cada una en lo que concierne a los territorios
sometidos a su soberanía, jurisdicción, protección, dominio (suzeraineté) o
tutela a tomar las medidas pertinentes para evitar que el trabajo forzoso u
obligatorio lleve consigo condiciones análogas a la esclavitud.
Se entiende:
1. Que a reserva de las disposiciones
transitorias enunciadas en el apartado segundo siguiente, el trabajo forzoso u
obligatorio no podrá exigirse más que para fines de pública utilidad.
2. Que en los territorios en los
cuales el trabajo forzoso u obligatorio existe aún para otros fines que los de
pública utilidad, las Altas Partes contratantes se esforzarán en ponerle término
tan pronto como sea posible, y que, mientras subsista ese trabajo forzoso u
obligatorio, no se empleará sino a título excepcional, con una remuneración
adecuada y a condición de que no pueda imponerse un cambio del lugar habitual de
residencia.
3. Y que, en todo caso, las
Autoridades Centrales competentes del territorio interesado asumirán la
responsabilidad del recurso al trabajo forzoso u obligatorio.
Artículo 6
Las Altas Partes contratantes,
cuya legislación no fuere en la actualidad suficiente para reprimir las
infracciones de las Leyes y Reglamentos dictados con objeto de hacer efectivos
los fines de la presente Convención, se obligan a adoptar las medidas necesarias
para que estas infracciones sean castigadas con penas severas.
Artículo 7
Las Altas Partes contratantes se
comprometen a comunicarse entre sí y a comunicar al Secretario General de la
Sociedad de las Naciones las Leyes y Reglamentos que dicten para la aplicación
de las estipulaciones de la presente Convención.
Artículo 8
Las Altas Partes contratantes
convienen en que todas las diferencias que pudieran surgir entre ellas con
motivo de la interpretación o de la aplicación de la presente Convención se
someterán, si no pueden resolverse por negociaciones directas, a resolución de
la Corte Permanente de Justicia Internacional. Si los Estados entre los que
surgiera una diferencia, o uno de ellos, no fuera Parte en el Protocolo de 16 de
diciembre de 1920 relativo a la Corte Permanente de Justicia Internacional, la
diferencia será sometida, a elección de aquéllos y conforme a las reglas
constitucionales de cada uno, bien a la Corte Permanente de Justicia
Internacional, bien a un Tribunal de arbitraje constituido conforme al Convenio
de 18 de octubre de 1907 para el arreglo pacífico de los conflictos
internacionales, o a cualquier otro tribunal de arbitraje.
Artículo 9
Cada una de las Altas Partes
contratantes puede declarar, ya sea en el momento de la firma, ya en el de la
ratificación o en el de la adhesión, que por lo que se refiere a la aplicación
de las estipulaciones de la presente Convención o de algunas de ellas, su
aceptación no obliga, sea al conjunto, sea a un determinado territorio colocado
bajo su soberanía, jurisdicción, protección, dominio (suzeraineté) o tutela, y
podrá posteriormente adherirse separadamente, en totalidad o en parte, a nombre
de cualquiera de aquéllos.
Artículo 10
Si llegara el caso de que una de
las Altas Partes contratantes quisiera denunciar la presente Convención, la
denuncia se notificará por escrito al Secretario General de la Sociedad de las
Naciones, el cual comunicará inmediatamente una copia certificada conforme de la
notificación a todas las demás Altas Partes contratantes, haciéndoles saber la
fecha en que la ha recibido.
La denuncia no surtirá efecto sino
respecto del Estado que la haya notificado y un año después de la fecha en que
la notificación haya sido recibida en la Secretaría General de la Sociedad de
las Naciones.
La denuncia podrá hacerse también
separadamente para cualquier territorio colocado bajo su soberanía,
jurisdicción, protección, dominio (suzeraineté) o tutela.
Artículo 11
La presente Convención, que
llevará la fecha de este día y cuyos textos francés e inglés harán igualmente
fe, podrá ser firmada hasta el 1. de abril de 1927 por los Estados Miembros de
la Sociedad de las Naciones.
El Secretario General de la
Sociedad de las Naciones dará después a conocer la presente Convención a los
Estados no signatarios, incluso a los que no son miembros de la Sociedad de las
Naciones, invitándoles a adherirse al mismo.
El Estado que desee adherirse
notificará por escrito su intención a la Secretaría General de la Sociedad de
las Naciones, remitiéndole del acta de adhesión, que se depositará en los
archivos de la Sociedad.
El Secretario General enviará
inmediatamente a todas las demás Altas Partes contratantes copia certificada
conforme de la notificación, así como del acta de adhesión, indicando la fecha
en que las ha recibido.
Artículo 12
La presente Convención será
ratificada y los instrumentos de ratificación depositados en la Oficina del
Secretario General de la Sociedad de las Naciones, quien lo notificará a las
Altas Partes contratantes.
La Convención surtirá sus efectos
para cada Estado desde la fecha del depósito de su ratificación o de su
adhesión.
EN FE DE LO CUAL, los
plenipotenciarios han autorizado la presente Convención con su firma.
HECHO en Ginebra, el 25 de
septiembre de 1926, en un solo ejemplar, que quedará depositado en los archivos
de la Sociedad de las Naciones y se remitirá a cada uno de los Estados
signatarios una copia certificada conforme del mismo.
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