En un lejano país existió hace muchos años una
Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó
una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada
vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que
las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse
también en la escultura.
UN SUEÑO - JORGE LUIS BORGES
En un desierto lugar
del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la
única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma de círculo) hay
una mesa de maderas y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece
a mi escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que
en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda
circular…El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros
escriben.
EL POZO - LUIS MATEO
DÍEZ
Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía
cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y
la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy
sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En
el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior.
"Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje.
HABLABA Y HABLAMA - MAX
AUB
Hablaba, y hablaba, y
hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una
mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar,
y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de
todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido
que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de
ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le
metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no
hablar: se le reventaron las palabras por dentro.
LA MANO - RAMÓN GÓMEZ
DE LA SERNA
El doctor Alejo murió
asesinado. Indudablemente murió estrangulado. Nadie había entrado en la casa,
indudablemente nadie, y aunque el doctor dormía con el balcón abierto, por
higiene, era tan alto su piso que no era de suponer que por allí hubiese
entrado el asesino. La policía no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba
a abandonar el asunto, cuando la esposa y la criada del muerto acudieron
despavoridas a la Jefatura. Saltando de lo alto de un armario había caído sobre
la mesa, las había mirado, las había visto, y después había huido por la
habitación, una mano solitaria y viva como una araña. Allí la habían dejado
encerrada con llave en el cuarto. Llena de terror, acudió la policía y el juez.
Era su deber. Trabajo les costó cazar la mano, pero la cazaron y todos le
agarraron un dedo, porque era vigorosa corno si en ella radicase junta toda la
fuerza de un hombre fuerte. ¿Qué hacer con ella? ¿Qué luz iba a arrojar sobre
el suceso? ¿Cómo sentenciarla? ¿De quién era aquella mano? Después de una larga
pausa, al juez se le ocurrió darle la pluma para que declarase por escrito. La
mano entonces escribió: «Soy la mano de Ramiro Ruiz, asesinado vilmente por el
doctor en el hospital y destrozado con ensañamiento en la sala de disección. He
hecho justicia».
CARTA DEL ENAMORADO - JUAN JOSÉ MILLÁS
Hay
novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta la página 50 o la 60. A algunas vidas les sucede lo mismo. Por eso no me he matado antes,
señor juez.
LA MUERTE EN SAMARRA -
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (Adaptación)
El criado llega aterrorizado a casa de su amo.
-Señor -dice- he visto a la Muerte en el
mercado y me ha hecho una señal de amenaza.
El amo le da un caballo y dinero, y le dice:
-Huye a Samarra.
El criado huye. Esa
tarde, temprano, el señor se encuentra la Muerte en el mercado.
-Esta mañana le hiciste
a mi criado una señal de amenaza -dice.
-No era de amenaza -responde la Muerte- sino
de sorpresa. Porque lo veía ahí, tan lejos de Samarra, y esta misma tarde tengo
que recogerlo allá.
La flecha disparada por
la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto
de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su
consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la
ley de gravedad.
EL EMPERADOR DE CHINA -
MARCO DENEVI
Cuando el emperador Wu
Ti murió en su vasto lecho, en lo más profundo del palacio imperial, nadie se
dio cuenta. Todos estaban demasiado ocupados en obedecer sus órdenes. El único
que lo supo fue Wang Mang, el primer ministro, hombre ambicioso que aspiraba al
trono. No dijo nada y ocultó el cadáver. Transcurrió un año de increíble
prosperidad para el imperio. Hasta que, por fin, Wang Mang mostró al pueblo el
esqueleto pelado, del difunto emperador. ¿Veis? -dijo - Durante un año un
muerto se sentó en el trono. Y quien realmente gobernó fui yo. Merezco ser el
emperador.
El pueblo, complacido,
lo sentó en el trono y luego lo mató, para que fuese tan perfecto como su
predecesor y la prosperidad del imperio continuase.
CALIDAD Y CANTIDAD -
ALEJANDRO JODOROWSKY
No se enamoró de ella, sino de su sombra. La
iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga
PADRE NUESTRO QUE ESTÁS
EN EL CIELO - JOSÉ LEANDRO URBINA
Mientras el sargento interrogaba a su madre y
su hermana, el capitán se llevó al niño, de una mano, a la otra pieza...
- ¿Dónde está tu padre?
- preguntó
- Está en el cielo - susurró él.
- ¿Cómo? ¿Ha muerto? - preguntó asombrado el
capitán.
- No - dijo el niño -.
Todas las noches baja del cielo a comer con
nosotros. El capitán alzó la vista y descubrió la puertecilla que daba al
entretecho.
-Te devoraré -dijo la
pantera.
-Peor para ti -dijo la
espada.
ESTE TIPO ES UNA MINA -
LUISA VALENZUELA
No sabemos si fue a
causa de su corazón de oro, de su salud de hierro, de su temple de acero o de
sus cabellos de plata. El hecho es que finalmente lo expropió el gobierno y lo
está explotando. Como a todos nosotros.
LA VERDAD SOBRE SANCHO
PANZA - FRANK KAFKA
Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó
de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una
cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de
la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de
Don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las
cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente
hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie.
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