miércoles, 23 de abril de 2014

Paseo de Zenobia y J.R. Jiménez



Con motivo del Año Platero en el que se celebra el centenario de la primera edición del libro Platero y yo de Juan Ramón Jiménez, l@s alumn@s de 1º ciclo de EP y de 1º de la ESO han asistido a la recreación de un paseo del poeta con su esposa. Por ello, el 22 de abril, coincidiendo con la celebración del día del libro, alumn@s y profesores han conocido a estos personajes en el salón de actos del Colegio.

Zenobia y Juan Ramón Jiménez en las aulas

L@s alumn@s han ido más allá de la lectura del texto, no fueron meros espectadores, sino que participaron en una dinámica que se realizó con Zenobia creando un gran puzzle mural donde apareció el logotipo del centenario. Como en toda fiesta de cumpleaños que se precie, apareció la tarta de platero.

  
Durante las semanas previas en las aulas l@s alumn@s de todos los ciclos de EP y la ESO han estado leyendo y comprendiendo el libro de Juan Ramón. Destacaremos que es la tercera obra más traducida a distintos idiomas después de la Biblia y El Quijote. Se ha convertido en un referente en las escuelas de todo el mundo.


 Presentamos el texto del paseo de Zenobia y Juan Ramón Jiménez, que unas voces en off iban leyendo. Además, algunas de las fotos y el video de la representación.

PASEO DE ZENOBIA Y JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

 Fuentespiña es el nombre que tiene la finca donde Juan Ramón pasaba los días de campo en contacto con la naturaleza al lado de su burrito Platero. Desde allí, se divisaba Moguer, su pueblo.
Juan Ramón pasea acompañado siempre de una dama de bella y joven  madurez que, con el nombre de Zenobia, sonreía junto al anciano de ojos profundos. Buscaban al travieso Platero, el burrito pequeño, peludo, suave y tan blando por fuera que se diría de algodón.

JUAN RAMÓN: ¡Platero, Platero! ¿Dónde estás? (a voces). ¡Éste siempre liándolas!
ZENOBIA: Tranquilo, Juan Ramón. Tal vez esté con Darbón, su médico, ya sabes que es igual que un niño y le gusta jugar con Platero.

Buscando a Platero

            Mientras, a lo lejos, se veía Moguer, el pueblo donde había nacido Juan Ramón. Estaba lleno de edificios históricos y pasaba el río Tinto por allí. En este lugar se había construido la carabela Niña, que fue a descubrir América con Cristóbal Colón.

JUAN RAMÓN: ¡Míralo, míralo! Allí se le ve a lo lejos. Pero ¡qué bueno y noble es! Está jugando a las carreras con los niños y las niñas. Platero, tú nos ves, ¿verdad?



ZENOBIA: Tienes que hacerle una corona de perejil para premiarlo. Ayer visteis las carreras de la romería que venían del Rocío en la calle de Los Hornos y se portó muy bien.
JUAN RAMÓN: Sí, la tengo preparada …Date prisa, Zenobia … parece que se ha lastimado …

          Platero se había sentado sobre sus patas de atrás. Relinchaba con voz lastimera. Parecía que una púa se le había clavado en las patas. La púa era larga y verde, de un naranjo.

JUAN RAMÓN: ¡¡¡¡Oh, mi Platero!!!!! ¡Qué te ha pasado!

          Juan Ramón lo llevó a un arroyo de lirios amarillos para curarlo con el agua. Después, con suaves golpes de su cabezota, Platero daba las gracias al poeta.Platero comenzó de nuevo a relinchar y a trotar … ya se encontraba bien. Tenía hambre y esos ojos de azabache miraban a su amo y a Zenobia para que volviesen a casa a cenar.

JUAN RAMÓN: Vamos Zenobia, parece que Platero tiene hambre. Recuerda que come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel... Tendrás todo en la nevera.
ZENOBIA: Sí, ya parece que viene la noche y nuestro burrito tiene hambre. ¡Vamos a casa!

        Juan Ramón y Zenobia se van dejando una cesta de mimbre en la que llevan recuerdos y marcapáginas para los alumnos del colegio. La dejan en el escenario.





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