El
Maravilloso Mago de Oz
Dorothy vivía en medio
de las grandes praderas de Kansas con el tío Henry, que era granjero, y la tía
Em, la esposa del granjero.
Pero Dorothy está a punto de
salir de este gris y triste lugar que es
Kansas, con sus grandes llanuras.
De repente, la casa empezó a
girar en espiral y se elevó lentamente en el aire.
Dorothy se sentía como si
estuviese subiendo en globo.
Totó se acercó a la
trampilla abierta y cayó dentro. Ella agarró a Totó de la oreja y lo arrastró
de nuevo a la habitación.
A pesar del bamboleo de la casa y de los
aullidos del viento, Dorothy enseguida cerró los ojos y cayó dormida encima de
su cama.
La despertó un golpe
repentino.
Mientras miraba asombrada
las extensas y maravillosas vistas vio que se acercaba la gente más rara que
había visto jamás.
“Eres bienvenida, noble
hechicera, a la tierra de los munchkins. Te estamos muy agradecidos por haber
matado a la Malvada
Bruja del Este que tenía esclavizados a los habitantes de
este país”.
Éste es su final”, explicó la Bruja del Norte. “Pero tus
zapatos plateados son ahora tuyos”.
“Estoy ansiosa por volver
con mi tío y mi tía. ¿Podéis ayudarme?”
“El único que puede ayudarte
es el Mago de Oz que está en la Ciudad Esmeralda. Tienes que seguir el camino
de baldosas amarillas”, le dijo.
Así empieza la búsqueda de Dorothy para ver al Mago de
Oz. Pronto se encuentra con un personaje que tenía exceso de paja y poco
cerebro.
Mientras Dorothy contemplaba
la pintada cara del espantapájaros le sorprendió ver que él le guiñaba
lentamente uno de los ojos.
“Ningún espantapájaros en
Kansas te guiña el ojo”, pensó la niña. Dorothy ayudó al Espantapájaros a descolgarse
del palo donde estaba y le contó que deseaba un cerebro. El Espantapájaros
se une a Dorothy en su viaje para
pedirle al gran Mago un cerebro.
Se encontraron un hombre hecho de hojalata que levantaba un
hacha con las manos.
Estaba completamente quieto como si no se pudiera mover.
Oyeron un susurró. Era el
Hombre de Hojalata. “Ponedme aceite en las articulaciones”, decía.
Y Dorothy se lo puso,
mientras el Espantapájaros le ayudaba a doblar brazos, piernas y cabeza para
poder volverlos a mover, hasta que quedaron totalmente limpias de oxido.
Esperando que Oz le pudiera
dar un corazón, el leñador de hojalata se unió a Dorothy, Totó y el
Espantapájaros.
Pero en los bosques cercanos
acechaba un bestia aterradora. Se oyó un terrible rugido del bosque y, al
momento, un gran león saltó al camino.
Totó corrió ladrando hacia
el león y la gran bestia abrió la boca, cuando Dorothy se adelantó y golpeó al
león en el hocico. Le gritó: “¡No te atrevas a morder a Totó! Tendrías que
avergonzarte, un animal tan grande como tú”.
“No le he mordido”, dijo el
León, mientras se frotaba el hocico.
Muy necesitado de valor, el
León Cobarde se les unió en su viaje a la Ciudad Esmeralda.
Pero el peligro ataca de
muchas formas, desde poderosos tigres oso llamados “kalidahs” a una pradera de
amapolas engañosamente bella. Su perfume es tan potente que quien lo inhala cae
dormido.
Y si no es llevado lejos del
perfume de las flores duerme ininterrumpidamente para siempre. A Dorothy se le
cerraban los ojos y necesitaba sentarse a descansar, igual que Totó y el León.
El rescate llega de una
fuente inesperada, unos ratones. El carro era diez veces más grande que
cualquiera de los ratones pero al atarse todos una cuerda al carro, pudieron
arrastrarlo fácilmente. Los ratones corrieron por la hierba hacia sus casas. La Reina de los ratones fue la
última en salir.
Después de agradecer a los
ratones que los salvaran, Dorothy y sus amigos prosiguieron su viaje hacia la Ciudad Esmeralda
de Oz.
El fulgor de la maravillosa
ciudad deslumbró a Dorothy y a sus amigos. Había preciosas casas alineadas en
calles, hechas de mármol verde y con relucientes esmeraldas incrustadas por
todas partes. Incluso el cielo sobre la ciudad tenía un matiz verde. Todo
parecía maravilloso hasta que Dorothy conoció al Mago de Oz.
“Soy Oz, el grande y
terrible. ¿Quién eres y por qué me buscas?”
“Soy Dorothy, la pequeña y
humilde. He venido a pedirte ayuda”.
Pero en vez de ayuda, Oz le
ofrece un trato. “Deshazte de la Malvada Bruja del Oeste”.
Pero la Malvada Bruja del
Oeste no es alguien para tomarse a la ligera. La Malvada Bruja del
Oeste solo tenía un ojo pero era tan poderoso como un telescopio. Por eso vio a
Dorothy durmiendo rodeada de sus tres amigos.
La bruja les atacó con 40
lobos, 40 cuervos y un enjambre de abejas. Todo falló y ordenó a los monos
voladores que cumplieran sus deseos.
”Buscad a los intrusos que
han entrado en mi tierra y destruidlos a todos menos al León”, dijo la Malvada Bruja.
“Traedme a ese animal y a Dorothy”
Desgarraron al Espantapájaros,
echaron al Leñador de Hojalata a las rocas.
Llevaron al León Cobarde, a
Dorothy y a Totó al castillo de la bruja. Cuando la bruja le quitó a Dorothy
uno de sus zapatos plateados la niña se defendió con la única arma que tenía,
un cubo lleno de agua. (CHOP!!!!) La malvada mujer soltó un aullido de miedo y
empezó a chillar.
“¡Mira lo que has hecho!”,
gritaba. “¡En un momento me habré fundido!”
Liberados del hechizo, los
guardas les mostraron su agradecimiento reparando el daño que habían sufrido
sus amigos. Los Monos Alados la llevaron de vuelta a Oz junto con sus amigos,
sólo para descubrir que el mago no era lo que parecía.
Cuando estuvieron junto a
Oz, Totó dio un saltó repentino después de que ladrase el León y alarmado,
salió corriendo, tropezó con un biombo que había en una esquina.
Éste se vino a
bajo con estrépito y todos miraron hacia allí y se quedaron atónitos. Porque
vieron a un viejecito calvo y lleno de arrugas que parecía tan sorprendido como
ellos.
“Soy Oz, el grande y
terrible”, dijo el hombre con voz temblorosa. “Pero por favor no me peguéis”.
Oz les explicó que era un aeronauta de Omaha que fue a parar con su globo a
este país de Oz y que como todos creyeron que era un mago, él continuó con la
mentira, pero sin ninguna mala intención.
No tenía poderes mágicos
pero consiguió que los tres amigos de Dorothy tuviesen lo que habían venido a
buscar. Un cerebro de alfileres y salvado para el Espantapájaros, un corazón de
seda y serrín para el Leñador de Hojalata, y una poción de valor para el León Cobarde.
Y para Dorothy el mayor regalo de todos: la oportunidad de volver a casa en un
globo aerostático.
Cuando todo estuvo a punto
para partir con el globo, Totó se escapa y Dorothy sale tras él.
“¡Ven, Dorothy!”, gritó el
mago, “¡Date prisa o el globo se irá!”
Oz le tendía las manos para
ayudarla a entrar en el cesto, cuando las cuerdas se soltaron y el globo se
elevó sin ella.
Dorothy estaba decepcionada,
pero ella y sus amigos decidieron ir al castillo de Glinda, la bruja Buena del
Sur.
Así que, de nuevo, Dorothy y
sus tres amigos iniciaron otro viaje. Durante esta nueva aventura, se
enfrentaron a árboles luchadores, un reino donde la gente y los perros eran de
porcelana y los aparentemente inocentes pero nauseabundos Cabezas de Martillo.
Cuando finalmente llegaron
al castillo de Glinda, la
Bruja Buena le explicó a Dorothy cómo volver a su casa. “Los
zapatos plateados”, dijo, “tienen poderes maravillosos. Pueden llevarte a
cualquier sitio en un abrir y cerrar de ojos”.
Dorothy tomó a Totó entre
sus brazos, y tras haberse despedido golpeó tres veces sus zapatos y dijo:
“Llevadme a casa con la tía Em”
Por fin, Dorothy volvió a
casa desde la maravillosa tierra de Oz.
“¡Tía Em! Me alegro mucho de
estar de nuevo en casa”.
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