viernes, 4 de abril de 2014

El mago de Oz (III)


El Maravilloso Mago de Oz

Dorothy vivía en medio de las grandes praderas de Kansas con el tío Henry, que era granjero, y la tía Em, la esposa del granjero.
Pero Dorothy está a punto de salir de este gris y  triste lugar que es Kansas, con sus grandes llanuras.
De repente, la casa empezó a girar en espiral y se elevó lentamente en el aire.
Dorothy se sentía como si estuviese subiendo en globo.
Totó se acercó a la trampilla abierta y cayó dentro. Ella agarró a Totó de la oreja y lo arrastró de nuevo a la habitación.
 A pesar del bamboleo de la casa y de los aullidos del viento, Dorothy enseguida cerró los ojos y cayó dormida encima de su cama.

La despertó un golpe repentino.
Mientras miraba asombrada las extensas y maravillosas vistas vio que se acercaba la gente más rara que había visto jamás.
“Eres bienvenida, noble hechicera, a la tierra de los munchkins. Te estamos muy agradecidos por haber matado a la Malvada Bruja del Este que tenía esclavizados a los habitantes de este país”.
Éste es su final”, explicó la Bruja del Norte. “Pero tus zapatos plateados son ahora tuyos”.
“Estoy ansiosa por volver con mi tío y mi tía. ¿Podéis ayudarme?”
“El único que puede ayudarte es el Mago de Oz que está en la Ciudad Esmeralda. Tienes que seguir el camino de  baldosas amarillas”, le dijo.
Así empieza la búsqueda de Dorothy para ver al Mago de Oz. Pronto se encuentra con un personaje que tenía exceso de paja y poco cerebro.
Mientras Dorothy contemplaba la pintada cara del espantapájaros le sorprendió ver que él le guiñaba lentamente uno de los ojos.
“Ningún espantapájaros en Kansas te guiña el ojo”, pensó la niña. Dorothy ayudó al Espantapájaros a descolgarse del palo donde estaba y le contó que deseaba un cerebro. El Espantapájaros se  une a Dorothy en su viaje para pedirle al gran Mago un cerebro.
Se encontraron un  hombre hecho de hojalata que levantaba un hacha con las manos.
Estaba completamente  quieto como si no se pudiera mover.
Oyeron un susurró. Era el Hombre de Hojalata. “Ponedme aceite en las articulaciones”, decía.
Y Dorothy se lo puso, mientras el Espantapájaros le ayudaba a doblar brazos, piernas y cabeza para poder volverlos a mover, hasta que quedaron totalmente limpias de oxido.
Esperando que Oz le pudiera dar un corazón, el leñador de hojalata se unió a Dorothy, Totó y el Espantapájaros.
Pero en los bosques cercanos acechaba un bestia aterradora. Se oyó un terrible rugido del bosque y, al momento, un gran león saltó al camino.
Totó corrió ladrando hacia el león y la gran bestia abrió la boca, cuando Dorothy se adelantó y golpeó al león en el hocico. Le gritó: “¡No te atrevas a morder a Totó! Tendrías que avergonzarte, un animal tan grande como tú”.
“No le he mordido”, dijo el León, mientras se frotaba el hocico.
Muy necesitado de valor, el León Cobarde se les unió en su viaje a la Ciudad Esmeralda.
Pero el peligro ataca de muchas formas, desde poderosos tigres oso llamados “kalidahs” a una pradera de amapolas engañosamente bella. Su perfume es tan potente que quien lo inhala cae dormido.
Y si no es llevado lejos del perfume de las flores duerme ininterrumpidamente para siempre. A Dorothy se le cerraban los ojos y necesitaba sentarse a descansar, igual que Totó y el León.
El rescate llega de una fuente inesperada, unos ratones. El carro era diez veces más grande que cualquiera de los ratones pero al atarse todos una cuerda al carro, pudieron arrastrarlo fácilmente. Los ratones corrieron por la hierba hacia sus casas. La Reina de los ratones fue la última en salir.
Después de agradecer a los ratones que los salvaran, Dorothy y sus amigos prosiguieron su viaje hacia la Ciudad Esmeralda de Oz.
El fulgor de la maravillosa ciudad deslumbró a Dorothy y a sus amigos. Había preciosas casas alineadas en calles, hechas de mármol verde y con relucientes esmeraldas incrustadas por todas partes. Incluso el cielo sobre la ciudad tenía un matiz verde. Todo parecía maravilloso hasta que Dorothy conoció al Mago de Oz.
“Soy Oz, el grande y terrible. ¿Quién eres y por qué me buscas?”
“Soy Dorothy, la pequeña y humilde. He venido a pedirte ayuda”.
Pero en vez de ayuda, Oz le ofrece un trato. “Deshazte de la Malvada Bruja del Oeste”.
Pero la Malvada Bruja del Oeste no es alguien para tomarse a la ligera. La Malvada Bruja del Oeste solo tenía un ojo pero era tan poderoso como un telescopio. Por eso vio a Dorothy durmiendo rodeada de sus tres amigos.
La bruja les atacó con 40 lobos, 40 cuervos y un enjambre de abejas. Todo falló y ordenó a los monos voladores que cumplieran sus deseos.
”Buscad a los intrusos que han entrado en mi tierra y destruidlos a todos menos al León”, dijo la Malvada Bruja. “Traedme a ese animal y a Dorothy”
Desgarraron al Espantapájaros, echaron al Leñador de Hojalata a las rocas.
Llevaron al León Cobarde, a Dorothy y a Totó al castillo de la bruja. Cuando la bruja le quitó a Dorothy uno de sus zapatos plateados la niña se defendió con la única arma que tenía, un cubo lleno de agua. (CHOP!!!!) La malvada mujer soltó un aullido de miedo y empezó a chillar.

“¡Mira lo que has hecho!”, gritaba. “¡En un momento me habré fundido!”
Liberados del hechizo, los guardas les mostraron su agradecimiento reparando el daño que habían sufrido sus amigos. Los Monos Alados la llevaron de vuelta a Oz junto con sus amigos, sólo para descubrir que el mago no era lo que parecía.
Cuando estuvieron junto a Oz, Totó dio un saltó repentino después de que ladrase el León y alarmado, salió corriendo, tropezó con un biombo que había en una esquina.
Éste se vino a bajo con estrépito y todos miraron hacia allí y se quedaron atónitos. Porque vieron a un viejecito calvo y lleno de arrugas que parecía tan sorprendido como ellos.
“Soy Oz, el grande y terrible”, dijo el hombre con voz temblorosa. “Pero por favor no me peguéis”. Oz les explicó que era un aeronauta de Omaha que fue a parar con su globo a este país de Oz y que como todos creyeron que era un mago, él continuó con la mentira, pero sin ninguna mala intención.
No tenía poderes mágicos pero consiguió que los tres amigos de Dorothy tuviesen lo que habían venido a buscar. Un cerebro de alfileres y salvado para el Espantapájaros, un corazón de seda y serrín para el Leñador de Hojalata, y una poción de valor para el León Cobarde. Y para Dorothy el mayor regalo de todos: la oportunidad de volver a casa en un globo aerostático.
Cuando todo estuvo a punto para partir con el globo, Totó se escapa y Dorothy sale tras él.
“¡Ven, Dorothy!”, gritó el mago, “¡Date prisa o el globo se irá!”
Oz le tendía las manos para ayudarla a entrar en el cesto, cuando las cuerdas se soltaron y el globo se elevó sin ella.
Dorothy estaba decepcionada, pero ella y sus amigos decidieron ir al castillo de Glinda, la bruja Buena del Sur.

Así que, de nuevo, Dorothy y sus tres amigos iniciaron otro viaje. Durante esta nueva aventura, se enfrentaron a árboles luchadores, un reino donde la gente y los perros eran de porcelana y los aparentemente inocentes pero nauseabundos Cabezas de Martillo.
Cuando finalmente llegaron al castillo de Glinda, la Bruja Buena le explicó a Dorothy cómo volver a su casa. “Los zapatos plateados”, dijo, “tienen poderes maravillosos. Pueden llevarte a cualquier sitio en un abrir y cerrar de ojos”.
Dorothy tomó a Totó entre sus brazos, y tras haberse despedido golpeó tres veces sus zapatos y dijo: “Llevadme a casa con la tía Em”
Por fin, Dorothy volvió a casa desde la maravillosa tierra de Oz.
“¡Tía Em! Me alegro mucho de estar de nuevo en casa”.

 

FIN

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